CARTAS A THEO. Vincent van Gogh (Alianza Editorial, 2008)
Hay libros que esperan agazapados para encontrarte y recordarte algunas verdades incómodas, o sueños dejados a un lado por pereza o por miedo.
El sueño del arte es uno de ellos, recurrente para muchos. Ser artista, cada uno en lo suyo, y ganarse la vida con ello es una quimera que muchos sostenemos , pero que solo unos pocos consiguen. Luego están aquellos magos para los que el dinero es algo secundario, y el arte se abre camino en ellos, y arrasa con todo. Son los genios, los que perduran, pues su pasión es tal que vence a la pereza y al miedo y a todo lo que se ponga por delante.
Adoptar a van Gogh y a su testimonio vital como coach tiene sus riesgos, como cualquiera puede suponer. Ya nos sabemos el final, y aunque parece evidente que la genética o la psicopatología tienen mucho que ver en éste, siempre nos quedará la duda de si suficiente pasión/obsesión, puesta en cualquiera, obtendría resultados similares.
Lo que parece claro es que en su caso (y quizá en cualquier caso) la combinación de trabajo intenso, dedicación total y talento produce genialidad. Obras de arte que renuevan y dignifican las disciplinas; que mejoran la vida de las personas que podemos disfrutar de ellas.
También hay otro factor, que bien podría ser una boutade (aunque pienso mucho en ello, no termino de aclarar mis ideas al respecto): ese que afirma que solo las buenas personas llegan a la cima. No quisiera meterme en estos jardines, pues ya todos sabemos de muchos y muchas que dejaron textos y/o testigos de que fueron poco honrados, poco bondadosos, o incluso repugnantes seres humanos, y que llegaron a la susodicha cima, sin embargo.
No es el caso de van Gogh, a pesar de que no debió ser una persona de convivencia grata. Sus cartas no solo nos acercan a la realidad peculiar de su existencia, a su inquietud y compromiso artístico, además de a detalles del desarrollo de su técnica pictórica; sobre todo nos acercan al ser humano sensible, que se detenía a observar el mundo y permitía que lo que veía lo permeara y lo llenara de emociones. Un ser humano deseoso de amar, de ser útil, de aportar algo de valor a los demás. Y vaya si lo hizo: no hay más que mirar sus cuadros, que tanta felicidad (y placer estético) siguen produciendo a millones de personas. Porque hay que tener mucho amor para sacrificar el corto tiempo de nuestras pequeñas vidas a un único propósito, con lo que implica de renuncia de todo lo demás, de la vida normal.
Él incluso sugería el amor como forma de conocimiento:
Ama a tal amigo, tal persona, tal cosa, lo que tú quieras y estarás en el buen camino para saber más después, he aquí lo que me digo. Pero hay que amar desde una alta y seria simpatía íntima, con voluntad, con inteligencia, y hay que tratar de saber siempre más y mejor. (Carta 133).
Necesitaría varias decenas de páginas para resumir y citar tanto como creo imprescindible en este texto, que no es sino una recopilación de las mejores cartas que el pintor escribió a su hermano durante los años comprendidos entre 1873 y 1890, año de su muerte. Ya todos sabemos que se suicidó (otras teorías aparte), un desenlace que, por desgracia y dolorosamente, se ve venir casi desde la primera carta; hacia el que apuntan numerosos indicios visibles en su texto.
Yo siento en mí un fuego que no puedo dejar extinguir, que, por el contrario, debo atizar aunque no sepa hacia qué salida esto va a conducirme. No me asombraría que esa salida fuese sombría. Pero en ciertas situaciones, vale más ser vencido que vencedor, por ejemplo, vale más ser Prometeo que Júpiter. (Carta 39).
Pero no quiero quedarme en la anécdota de su muerte. En sus escasos 37 años, Vincent van Gogh vivió mucho más, y aportó mucho más que tantos individuos que se arrastran por el planeta hasta los noventa y tantos años cobrando su pensión. Lo que quiero al traerle a este espacio, es rendirle un humilde homenaje por dejar escrito un testimonio que podría ser la biblia de cualquier artista, una fuente de motivación que empuja a la acción, a la renuncia, a la perseverancia, por amor al arte, a lo que es bueno y es bello; o a lo que es, simplemente. Pero no solo por eso, sino por ser además, un texto excelente, lleno de fuerza que demuestra que van Gogh no solo era un gran pintor, sino también un lector avezado y crítico, y un escritor notable.
¿Qué es ser un escritor notable? ¿Qué cualidades debe reunir? Sí, yo también me lo pregunto. Por mencionar algunas de esas cualidades, al buen tuntún, de las que encuentro en las cartas, diré por ejemplo, un uso preciso del lenguaje; con ritmo, cargado de significado, de autenticidad, de verdad; lleno de emoción y de belleza en muchos momentos; funcional y expositivo cuando el contenido lo hace necesario… Es más de lo que se puede decir de muchos textos de autores conocidos, ¿no os parece?
He subrayado tantas frases maravillosas e inspiradoras que me resulta imposible traerlas todas, y muy difícil escoger. Me quedaré con unas pocas, las que más me han tocado. Otras las iré poniendo en el apartado de citas del blog. Os animo a sustituir pintar/dibujar por escribir, o pintor por escritor, y veréis como salen las cuentas.
Pero hay que aprender a leer como debe aprenderse a ver y aprender a vivir. (Carta 133)
El arte es un combate. En el arte es necesario jugarse hasta la piel (carta 180)
¿Qué es dibujar? ¿Cómo se llega? Es la acción de abrirse paso a través de una pared de hierro invisible, que parece encontrarse entre lo que se «siente» y lo que se puede. (Carta 237)
La grandeza no es una cosa fortuita, sino que debe ser deseada . (carta 237).
Y sin ánimo de abrir el manido debate entre arte y comercio, me atrevo a incluir esta cita, que quien quiera entender, entenderá:
El pintor por deber tiene que (…) utilizar toda su inteligencia, poner todo su sentimiento en su obra, para que ella se vuelva comprensible para los otros. Pero trabajar con miras a la venta no es precisamente el verdadero camino, a mi modo de ver, sino más bien cagarse en los aficionados. (Carta 221)
No me extiendo más. Espero haberos abierto el apetito. Leed a van Gogh, mirad sus cuadros. Corred, insensatos. Y haced caso a este último consejo.
Y yo digo: pintemos (tú pon: escribamos) y produzcamos en abundancia, y seamos nosotros mismos, con nuestros defectos y nuestras cualidades.»(carta 399)
Foto: Vincent van Gogh Pinturas, Óleo sobre tela. Saint-Rémy, Francia: febrero, 1890. Museo Van Gogh
Amsterdam, Los Países Bajos, Europa. F: ;671, ;JH: ;1891
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