LA ESTRUCTURA DE LA NOVELA I

Habíamos empezado a hablar del estilo y de los personajes, y nos faltaba el tercer pilar fundamental de nuestras novelas: la estructura.
La estructura es la distribución y orden de las partes de algo (DRAE).
Los lectores, —tú también te habrás dado cuenta— agradecemos un montón que los textos presenten cierto orden. Para empezar, la distribución del material de la novela en partes, capítulos, escenas; prólogo, epílogo, etc., o estructura externa, facilita la comprensión de lo que leemos. No te digo nada de lo que facilita el trabajo a la hora de escribir.
Merece la pena dedicar un tiempo a trazar la estructura, por básica que sea, antes de sumergirnos en la escritura. Pero, evidentemente, cuando hablo de dedicar tiempo a pensar en la estructura, no me refiero a pensar en cuántos capítulos va a haber o cómo se van a titular. Me refiero a algo más profundo, o interno.
A lo me refiero es que hay pensar qué vamos a contar, y/o qué queremos contar con nuestra historia.
La primera división, por todos conocida, que hace referencia a la estructura de un texto es el famoso planteamiento, nudo, desenlace. Ya Aristóteles en su Poética habló de esto. Si dividimos nuestras historias en tres actos, veremos que se corresponden a esta división primaria: el primer acto es el planteamiento, donde sentamos las bases del relato; el segundo acto suele servir para desarrollar el nudo (y arranca con el primer punto de giro, te lo digo para que te vaya sonando); y en el tercer acto se suele recoger lo acaecido en el nudo, de modo que nos conduzca al desenlace.
Bien. Ni que decir tiene (¿o tal vez sí?), que todo esto corresponde a un esquema clásico de novela. Las formas de la posmodernidad han tratado de superar este esquema y de encontrar en la ausencia de estructura —historias fragmentarias, sin planteamientos, ni nudos, ni desenlaces, ni argumentos premeditados, en teoría— una nueva estructura. Si lo logran o no, es otra historia.

La pregunta del millón ahora es:
…pero, planteamiento, nudo y desenlace ¿de qué?
Y aquí es cuando se hace necesario hablar de las tramas.

Nuestras historias se componen de una secuencia de acontecimientos, que arrancan con un planteamiento y terminan con el desenlace: el final, the end. En función del tipo de relato que queramos contar, esta secuencia encerrará más o menos acción. A dicha acción pura, para entendernos, la llamaremos argumento.
En un esquema compositivo clásico, la estructura principal de la novela, (argumento, hilo conductor, o trama principal) la formarán la secuencia de acciones que realiza, o en las que se ve envuelto, el personaje principal y que componen una historia. Estas acciones constituyen un esqueleto que da forma a la novela.
En las novelas de acción, la trama principal será más abundante. Es decir, si nos pusiéramos a contar palabras, la mayor parte de estas narrarían las acciones que envuelven al prota.
En las novelas cuyo objetivo no es tanto contar una historia de acción, sino promover la reflexión, crear una impresión estética, etc, veremos a los personajes envueltos en palabras que no impliquen tanta acción. A todo esto, a la corriente de significado que subyace a la historia “principal” y que narra la evolución interna, psicológica, emocional, del personaje la llamamos subtrama emocional o trama secundaria. (Ojo, no confundir con historia secundaria).
La estructura de la novela, ese hilo conductor que induzca al movimiento de los personajes, suscite sus conflictos y sus deseos, espolee sus acciones, suele depender en primera instancia de la trama principal.
Por pocas que haya, y someras que sean, son las acciones de los personajes —organizadas de modo que cuenten una historia—, las que soportan y dan estructura a la novela.
Cuidado: somera no quiere decir débil, ni es un presentador de la tele. atrapapeq

Somera quiere decir liviana. Por poner un ejemplo harto conocido: mojar una magdalena en una taza de té es una acción somera; desembarcar en las playas del Normandía el día D podría considerarse una acción un poquito menos somera. Y, sin embargo, esa acción de la ultrafamosa magdalena da sostén argumental a un monstruo enorme de subtrama emocional.
Ya sé que he simplificado todo demasiado, pero espero que me hayas comprendido. Si no lo has hecho, quizá sea porque necesitas leer a Proust, En busca del tiempo perdido, Vol I: Por el camino de Swann.

Así pues, yo si fuera tú y quisiera empezar a definir la historia que quiero contar en mi novela, empezaría a pensar cuál va a ser la trama de acciones o trama principal, qué va a pasar, con la clara intención de conformar con estas acciones una estructura sólida de la que poder colgar todo el resto de elementos que hacen que las novelas valgan la pena (descripciones, reflexiones, historias de amor, sexo y masoquismo, soflamas políticas, recetas de cocina, etc).
(Esto es un poco en broma, por si todavía no te habías dado cuenta: ya os sermonearé con qué cabe y qué no cabe en una novela).

Ahí va un ejemplo muy de moda: un clásico ejemplo de trama principal son las pesquisas del detective de la novela policíaca-negra en pos de aclarar quién mató al cadáver que hemos presentado en el planteamiento. Mientras él investiga, su vida sigue y podemos contar cómo se enamora de la sospechosa buenorra, cae en sus redes; pero comprende al final que necesita una vida buena, así que renuncia a la buenorra y vuelve con Mari Carmen, su novia de toda la vida… Los tópicos son útiles a menudo para explicar la realidad.

Quizá, llegados a este punto, te estés preguntando cuántas acciones hacen falta para conformar este esqueleto. De eso hablaremos en la siguiente entrada sobre la estructura, pero te adelanto que al menos necesitas tres: los tres puntos de giro.

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¡BUENAS NOTICIAS, ESCRITOR!

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En los tiempos que corren no es fácil que nos den buenas noticias, y menos todavía si eres escritor. Que si los libros no se venden, que si nadie lee más allá de 120 caracteres; que si solo publican los presentadores de televisión, que si la abuela fuma… Poner el telediario se convierte en un deporte de riesgo. Sin embargo, tal día como hoy, y a pesar de que estamos en septiembre, vengo a darte una buena noticia, sobre todo si quieres convertirte en escritor; si ya lo eres, es mejor que dejes de leer, porque ya te habrás dado cuenta tú solo de lo que voy a decirte y estarás muy ocupado…

¿Estás preparado?

Bueno, allá va:

Un escritor no se aburre nunca

 

¿Cómo se te queda el cuerpo? ¿Esperabas otra cosa, del tipo: conozco un multimillonario que busca convertirse en tu mecenas; o el Ministerio de Cultura va a crear chorrocientas becas anuales de creación para escritores?
Si te has quedado decepcionado te invito a que te detengas a pensar un momento en esto, que en realidad es un pensamiento revolucionario que puede cambiar tu vida.

Vale, lo mismo me he puesto estupenda con eso de revolucionario, pero te aseguro que sí que es algo que puede cambiar tu vida.
Ya te habrías dado cuenta de ello a estas alturas, si en tu fuero interno te consideras un escritor (aunque te mueras de vergüenza de decirlo en voz alta): la vida es la materia de la que se nutren las novelas. Todo está en la realidad. Los cerebros prodigiosos recogen esas percepciones nuestras de cada día, las mezclan, las rumian sin querer, las devanan. Si consiguen dejar de navegar por Internet, se sientan a trabajar y nos ofrecen esas maravillosas novelas, o relatos, cuya lectura consigue cambiarnos, hacernos creer por un momento que somos otros o que podríamos serlo; o que estamos en otro lugar, en otras pieles.
Ahí lo tienes: el misterio a tu alcance. Las ilimitadas costumbres, gestos, conductas, situaciones que viven los seres a tu alrededor cada día, a cada momento. Tus propias percepciones, reacciones, conductas ante la forma de actuar de los demás contigo. Todo es materia para la imaginación, y objeto del interés de un escritor.

Si quieres aprender a escribir hay que aprender a mirar primero. A escuchar. Qué dichos o gestos de tu suegra te cabrean más. Cuántas veces repite tu cuñado la palabra “yo”. Cómo la abuela mantiene su propia conversación aparte, eterna y paralela, durante la cena de Navidad, aunque hayáis cambiado de tema mil veces. Aprender a escuchar.
Si tienes la conciencia de que debes afinar la vista y el oído, de que a tu alrededor palpitan ya enteritos y con vida propia esos miles de detalles que harán de tus novelas algo excepcional, es imposible que te aburras viviendo. Lo que no quiere decir que no te vaya a tocar soportar situaciones aburridísimas. Esa es la buena noticia: incluso en esas situaciones tienes mucho con qué entretenerte. Y si no hay nada alrededor que escuchar, fisgar, espiar, etc, mírate, escúchate, espíate a ti mismo. Lo mismo te sorprendes.
Si le coges el tranquillo, a lo mejor no necesitas encerrarte en casa a jugar con la video consola o a ver la televisión. Incluso puede que tu cerebro no se quede en standby mientras tanto y veas ésta con nuevos ojos científicos. Y, sobre todo, humanos. Porque ese es el interés que late o que debe latir en tu afán por escribir: aprender sobre lo humano, mostrar cómo somos, hacer arte con la vida, convertir la vida en arte.
Es rentable y, además, es divertido.
¿Todavía no te ha pasado nunca que se echen a reír los comensales de la mesa de al lado y tú con ellos, mientras todos los de tu mesa te miran muy, muy serios?
Pues entonces es que todavía no eres escritor.

viejalvisilloTú no cuentes ná, que ya lo cuento yo en una novela

Las personas oscuras, pesadas, malignas, o sencillamente peculiares son auténticos filones; y sus conductas, guías de composición del personaje. Así que deja de chasquear la lengua con fastidio cuando te cruces con uno de estos; no hagas caso a tu ego, a quien agravia su presencia: observálo, quédate con sus detalles, con sus palabras maleducadas o egocéntricas, con sus comportamientos tontos, egoístas o incluso perversos… Ya te vengarás, ya. Tal vez creando un personaje redondo a su costa.

Es posible que, a partir de esta observación, nuestra opinión acerca del ser humano empeore, aunque si somos inteligentes es probable que nos demos cuenta de que no hay demasiada diferencia entre las manías de los demás y las propias. Es decir: que también nosotros hemos podido inspirar a algún personaje tipo Mr Scrooge, Cruella de Vil, o los Dos tontos muy tontos, en varios momentos de nuestras vidas. A lo mejor tu empatía y compasión hacia los semejantes aumente y te conviertas en mejor persona. Y así, acumularás Karma positivo y, ¿quién sabe?, quizá encuentres editor.
Pero sobre todo habrás aprendido, disfrutado del camino y le habrás dado una patada en el culo al aburrimiento. Con esto sí que puedes contar.

¿Te has aburrido con esta entrada? Pues déjame que te diga que así no vas por el buen camino.
Es broma.
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