RECOMENDACIONES ANTES DE PUBLICAR NUESTRAS NOVELAS (I)

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Salvo algunas almas puras, los que escribimos solemos querer que nos lean.  Publicar por nuestra cuenta en Internet es fácil, nos sirve para motivarnos (y también para calmar muchos egos) y para darnos a conocer.  Pero no creo que me equivoque mucho si afirmo que la prueba de fuego de todo escritor es conseguir que una editorial apueste por su texto y acceda a publicar su novela.

El mercado editorial parece estar en crisis, entre el ebook y la economía, pero lo cierto es que sigue habiendo una buena montonera de ejemplares en las librerías y que, aunque tal vez duren más tiempo allí que hace un par de años, las mesas de novedades siguen estando repletas. Así pues, y aunque el burdo rumor siga sonando, que los autores noveles no tienen nada que hacer en estos días, imagino que habrá que seguir intentándolo. Así es el juego.

Para valientes, por lo tanto, van estos comentarios que quizá puedan servir de alguna ayuda.

 

1- Escribe una buena novela.

Parece algo muy básico, ¿verdad? Pero es fácil escuchar quejas sobre lo malos que son los editores que han despreciado nuestras novelas y luego toparnos con textos que no es que sean malos per se (todo tenemos derecho a escribir malas novelas, si nos da la gana y, sobre todo, cuando estamos empezando) es que están escritas con descuido y autocomplacencia.

Es posible que sea ingenua, lo sé, pero yo creo que cualquier buen lector que se arranque a escribir sabe de las debilidades de sus textos. Otra cosa es que no se lo reconozca a nadie y que los defienda con uñas y dientes: pero yo creo que en nuestro fuero interno sabemos cuando algo falla, incluso si no somos capaces de identificar qué demonios es. Pues bien: antes de mandar la novela en serio y de jugar nuestras bazas, tendríamos que haber puesto remedio a esos fallos, o haberlo intentado al menos.

No hablo de cuando terminas tu manuscrito, lo repasas mil veces y, a pesar de que eres consciente de que es imperfecto, y de que le falta mucho para parecerse a cualquiera de tus novelas favoritas, estás convencido de su valor y de que es una novela digna de ser leída.

Creo que un buen criterio puede ser jugar a proyectarnos en el futuro, a visualizarnos en la ceremonia de entrega del Nobel de Literatura, con nuestro traje de gala, nerviosos perdidos y con el dinero del premio ya repartido en nuestra cabeza. La idea es hacerse esta pregunta: ¿me avergonzaría, en esa ceremonia, de esta novela que quiero que me publiquen? ¿Seguiría considerándola entonces imperfecta, pero digna, adecuada para un escritor que empieza su carrera?

Es posible que pida demasiada lucidez. Y también soy consciente de que las almas perfeccionistas, obsesivas e inseguras pueden estar tentadas a no intentarlo jamás y seguir escribiendo para el cajón (ese lector fiel). Cada uno con su tumbaíto. En cualquier caso no creo esté de más en ningún momentocuestionarnos un poco a nosotros mismos, hacer examen de conciencia y preguntarnos: ¿de verdad es este texto lo que mejor que tengo que decirle al mundo?

Quizá me llamen reaccionaria pero sí: hablo de valores. Hablo de buscar la excelencia. Hablo de amor propio y también de conciencia social: ¿de verdad quiero dejar más basura circulando?

Continuará…

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EL GÉNERO DE LAS PREGUNTAS

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La foto la tomé de aquí.

Me gusta escuchar a Javier Cercas, me resulta inspirador y por eso lo comparto aquí. Será por la energía que transmite, y también porque reconoce que es otro más de tantos como nos preguntamos de qué coño va Moby Dick.

Te invito a que escuches los cuarenta minutos de conferencia (merece le pena, es entretenido), a pesar de que extraigo en estas líneas algunos de los puntos, en mi opinión, más interesantes de la misma.

No descubre el motor de agua cuando afirma que la novela es el género de las preguntas, no de las respuestas. No escribimos para dejarlo todo claro. Escribimos para aclararnos (con suerte). Escribimos para plantear las preguntas. Ahora voy a arrimar el ascua a mi sardina y voy a pedirles que piensen en ello a todos los que abordan la escritura de una novela con el afán exhaustivo de sentar cátedras: sobre sus pensamientos, ideología, críticas, e incluso sobre el mero argumento de la novela. Una cosa es atar cabos y dejar las tramas cerradas, y otra dar masticado el pensamiento. Creo que también, en un nivel más pedestre, a esta concepción egocéntrica obedecen ciertas elecciones técnicas, como esos narradores omniscientes o los personajes sin dobleces, héroes o villanos: una cosa o la otra. Pero ya me bajo del columpio y me centro en Cercas, que es el prota de esta entrada.

Otra idea que creo que merece la pena recoger, para pensar en ella, es eso que afirma de que lo ideal, a la hora de escribir las novelas, sería combinar la libertad de los primitivos, —Cervantes, Sterne, que no se encorsetaban en las actuales servidumbres convencionales de los géneros y/o subgéneros—, y el rigor constructivo de los grandes novelistas del XIX, para los que la historia estaba por encima del resto de consideraciones.

¿Combinar libertad y rigor? ¿Mande? Es el género de las preguntas, sí, en efecto. Para los lectores y, sobre todo, para los novelistas.

¿Está don Quijote loco? ¿Qué es Moby Dick? ¿Qué crimen ha cometido K?

Las grandes novelas contienen un punto ciego en su corazón, nos recuerda Cercas. Y todo lo que tienen que decir lo dicen a través de ese punto ciego. O lo que es lo mismo: lo dicen sin decir. Es la obligación del escritor proteger ese punto ciego, la pregunta central de cada historia: protegerle de las respuestas. O al menos de las respuestas explícitas, inducidas, las dichas en voz alta, o en voz tinta.

En toda novela hay una pregunta (al menos) y todo el contenido es una búsqueda, un intento de responder a la pregunta. La respuesta es la propia búsqueda, el libro; es decir: no hay respuesta. Qué putada. Las respuestas de la novela son esencialmente irónicas, abiertas, ambiguas, no taxativas: eso dice Cercas. No podría estar más de acuerdo. Y en este sentido creo que es donde adquiere todo su valor eso que también el escritor afirma —con palabras de Valery, continuidad perfecta— en el comienzo de la charla, cuando habla sobre los lectores vampiros: que son los lectores los que hacen las obras maestras.

Las buenas novelas son puertas abiertas. Las buenas novelas nos subyugan porque nos permiten terminar de escribirlas en nuestra cabeza y, así, desempeñar de veras nuestro papel activo en el proceso: ser de verdad lectores.

Si queremos escribir buenas novelas no deberíamos olvidar esto. Quizá nos ayude a renunciar a la complacencia y a la autocomplacencia; o a entender eso que veo a menudo que nos cuesta tanto: que narrar es desplegar, no explicar. Tenderíamos a algo más grande, con humildad, y no solo a la autosatisfacción. Y entiendo que querer forrarse (por legítimo que sea) está incluido en la última categoría.